Brad Pitt, caracterizado de Aquiles. |
¡ Anaïs Davinia Maestre (*)
Es verdad que la vida es sueño. Calderón de la Barca se adelantó unos cuantos siglos a los grandes filósofos franceses de la revuelta del 68 y puso en escena el gran teatro de la vida que, en su espectacular versión posmoderna, aturde a la mayoría de la población en una vorágine de representaciones en las que solo cabe ser un “extra” a jornal; un figurante incapacitado para comprender dónde comienza y dónde terminará el gran espectáculo de la vida. Si me estoy explicando bien, los lectores deberían entender que un buen lector o un buen espectador, se encontrarán en disposición de participar activamente en la “obra”, si adquieren el conocimiento y las habilidades necesarias para ser actores de la vida.
En el teatro de operaciones militares de Troya –por ejemplo- se concentró todo el sentido de la vida y reunió a todos los arquetipos de la existencia humana, es decir, allí estaban todos los actores; los del cielo, los de la política, los del arte, la moral, el amor y la muerte… Todos los que tenían que estar, estaban allí por algo, y al director Wolfgang Petersen no le asaltó ninguna duda cuando eligió al hombre más guapo del mundo para que hiciera el papel de Aquiles. El señor Brad Pitt es, sin lugar a dudas, el guerrero noble, rápido y audaz, dotado de una belleza singular que deja escapar de soslayo, en un primer plano de su desnuda anatomía, el canon griego. Es curioso, Brad Pitt nos ha regalado la imagen del más grande guerrero de la Ilíada : el más bello de los hombres que mente humana pueda imaginar.
En literatura comparada, Brad y Aquiles, serían el mismo mito porque Aquiles no podría reivindicar su primigenia fisonomía ya que fue construida con palabras porque no existía la revista Vanity Fair de su época. No estoy diciendo que Aquiles fuera clavadito a Brad Pitt, sino que era Brad Pitt. Los comparatistas que utilizan el túnel del tiempo, saben que el señor Pitt ama con todo su corazón a Patroclo y que a todas las mujeres nos gusta Aquiles; el amor, sin estúpidos tapujos, se tiene que explicar en el siglo veintiuno para vergüenza de los que intentaron satanizar, durante siglos, la libre expresión del alma en este viejo asunto de amar.
Todo apunta a que el jovencillo Brad Pitt entró en el mundo de la literatura allá por la secundaria y decidió dejar de ser espectador, escribiendo sus sueños, sus propios relatos sobre la vida. Supuso que siendo periodista lo lograría, pero refinó su protagonismo recitando en sus trabajos cinematográficos, los mejores versos audiovisuales que se han cantado sobre la Ilíada y que lo presentaron en sociedad como un mito en ciernes.
El señor Pitt podía ser lo que él quisiera porque sabía literatura y, para envidia de muchos, era demasiado guapo. Sin embargo, es su alma literaria la que lo transporta al territorio de Príamo para que demuestre lo que es, y sea recordado por siempre y para siempre. Brad no es una suerte de yankee en la corte del rey de Troya. Es el temible Aquiles, el hombre más guapo de toda la humanidad y, en la historia del séptimo arte, dispondrá de un hueco relevante en el olimpo de los grandes actores; que es lo mismo que vivir eternamente entre los dioses.
Si se dan cuenta, es el sueño de Calderón de la Barca en la cadena de montaje de la Dream Factory de Hoollywood; simplemente un sueño proyectado con los nuevos artilugios de la sociedad de la información, para narrar la historia del mundo. Siempre emerge la grandiosidad de la literatura.
(*) Anaïs Davinia Maestre es profesora de Literatura.