Elsol se filtra e ilumina las figuras. |
::: HISTORIA / TURISMO
::: Elvira Selena
Muchos turistas siguen este fenómeno con expectante atención
y perseverancia. Dos veces al año, y al
amanecer, los rayos de sol salvan los colosos que escoltan el gran templo de
Abu Simbel, de Egipto, y se internan en el santuario hasta iluminar las
estatuas de Ramsés II y los dioses Horus y Amón Ra. Sólo la figura de Ptah, el
señor de las Tinieblas, permanece en la penumbra. Este fascinante fenómeno
solar sucede desde hace tres milenios dos veces al año, el 22 de febrero y un
22 de octubre. La escena y sus fugaces 20 minutos
han sido retransmitidos en directo por YouTube.
Colosos en el templo de Abu Simbel. |
Los arquitectos del Antiguo Egipto
usaron sus conocimientos en astronomía para urdir este ingenio que –según
algunos egiptólogos- debía marcar el cumpleaños y aniversario de la coronación
de Ramsés II, el monarca que reinó durante 77 años y practicó la autoalabanza
poblando sus dominios de monumentos e inscripciones en su recuerdo.
Además de ampliar y dar esplendor a Tebas –la actual Luxor–, el rey ordenó la construcción de Abu Simbel, un templo a 230 kilómetros al sur de Asuán dedicado al culto de Ra, la deidad solar.
Orientado de forma que el sol naciente caiga dos veces al año sobre las estatuas de Ra y Ramsés, el fenómeno ha sobrevivido incluso a la aventura arqueológica que sufrió el complejo en la década de 1960. La construcción de la gran presa de Asuán obligó a trasladar el lugar -descubierto en 1812 por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt– a un terreno más elevado, a unos 300 metros de su lugar original.
Sus cualidades, por fortuna para el faraón, se conservaron con una leve variación. La costosa operación –llevada a cabo por la Unesco, y el desplazamiento del Trópico de Cáncer durante los últimos 3000 años– habrían atrasado el efecto un día.
Además de ampliar y dar esplendor a Tebas –la actual Luxor–, el rey ordenó la construcción de Abu Simbel, un templo a 230 kilómetros al sur de Asuán dedicado al culto de Ra, la deidad solar.
Orientado de forma que el sol naciente caiga dos veces al año sobre las estatuas de Ra y Ramsés, el fenómeno ha sobrevivido incluso a la aventura arqueológica que sufrió el complejo en la década de 1960. La construcción de la gran presa de Asuán obligó a trasladar el lugar -descubierto en 1812 por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt– a un terreno más elevado, a unos 300 metros de su lugar original.
Sus cualidades, por fortuna para el faraón, se conservaron con una leve variación. La costosa operación –llevada a cabo por la Unesco, y el desplazamiento del Trópico de Cáncer durante los últimos 3000 años– habrían atrasado el efecto un día.
Ramsés II llenó sus dominios de estatuas e inscripciones en su propia memoria. |