Los paraísos de Paul Gauguin, en el Thyssen

 Paul Gauguin, retratado por Sel-Portrait.  
A ARTE

¡ Cristina Mtz. Sacristán
Si el amante del arte quiere percibir de cerca las vivencias del pintor Paul Gauguin por los Mares del Sur, el museo Thyssen, de Madrid, las ha plasmado con potencia en la exposición ‘Gauguin y el viaje a lo exótico’. Amplios y coloristas cuadros, grabados, fotografías, óleos de artistas contemporáneos en busca del paraíso e incluso una película, ‘Tabú’, y un libro repleto de anotaciones y dibujos del pintor francés, ‘Noa-Noa’, constituyen un recorrido único por la vida y obra de este audaz artista, y para comprender los contrastes de su época. Malezas, vergeles, animales y, desde luego, bellas muchachas polinésicas protagonizan las obras de Gauguin.

     Gauguin arribó a los Mares del Sur y allí se despojó de la vestimenta de Occidente, de todo lo que él creía que le oprimía, de unas costumbres encorsetadas y castrantes para el artista, consideraba el gran pintor. En Tahití comprobó algo que ya intuía: que los colores y los olores de aquellos confines, y el sexo directo con hermosas nativas, libre, sin convenciones sociales, le resultaban una inspiración sin límites.
‘Dos mujeres tahitianas’. (Óleo sobre lienzo,
© The Metropolitan Museum of Art NY).
      Aunque llegó a ser padre en Oceanía, se podría decir que Gauguin empleaba el sexo como una inyección de musas, como antesala para su hoy laureada producción.
     Con estas características escandalizadoras para la época –y no menos anárquicas hoy–, Paul Gauguin (París, 1848 – Atuona, 1903) abandonó esposa e hijos, y una vida cómoda en la capital gala, e incluso a un colega trastornado, Van Gogh, quien no tuvo tanta suerte como el buscador de luz y de explosiones de colores.
     Mientras los orondos personajes de Botero bailan en el Museo de Bellas Artes bilbaíno, una nutrida muestra de la obra del autor posimpresionista se despliega con inteligencia en el estupendo Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid. Amplios y coloristas cuadros, grabados, fotografías, óleos de artistas contemporáneos en busca del paraíso e incluso una película, Tabú, y un libro repleto de anotaciones y dibujos del pintor francés, ‘Noa-Noa’, constituyen un recorrido único por la vida y obra de este audaz artista, y para comprender los contrastes de su época. 

     Decisivo para la vanguardia
     Gauguin resultó una gran influencia, como el noruego Edvard Munch, para el expresionismo alemán, así como para el fauvismo francés de principios de siglo XX, de forma que en la esplendorosa muestra del Thyssen se puede disfrutar de muy interesantes ópticas de la Polinesia por parte de Paul Klee, Matisse, Kandinsky, Ludwig Kirchner… La exposición ha sabido captar la esencia de la huida de Gauguin de la ‘civilización’, y cómo en Tahití reconquistó el primitivismo por la vía del exotismo. Sus pinturas icónicas se convirtieron en las imágenes más seductoras del arte moderno.

‘Parau Api' (‘¿Qué hay de Nuevo?’. Óleo sobre lienzo,
  Galerie Neue Meister, Dresde).
     Esta influencia en la vanguardia y ese salto a la utopía de los orígenes, al estado elemental del ser humano, constituyen la arteria principal de la muestra ‘Gauguin y el viaje a lo exótico’, que estará en el Museo del Paseo del Prado hasta el 13 de enero.
     Malezas, vergeles, animales y, desde luego, bellas muchachas polinésicas protagonizan las obras de Gauguin. En ‘¿Qué hay de nuevo?’ (1892) dos chicas reposan, envueltas en sus pareos, con expresión de relajada holganza. Es una de las imágenes más representativas de la obra del emprendedor pintor, quien toma algo de Delacroix en sus imágenes románticas. El autor fue uno de los primeros en viajar a África, y en desarrollar el arte como producto de la imaginación creadora.
     Algunos cuadros de inspiración tropical pertenecen a su estancia con Charles Laval en Martinica. La cultura maorí es representada en sus óleos de palmeras y frondosa vegetación. Ambos realizaron fotos en esa línea, compiladas estos meses en la pinacoteca madrileña. En el caso de ‘Muchacha con abanico’ (1902), además de dotar de mayor desnudez a la modelo, Gauguin reflejó la expresión de su rostro, borrando el entorno que aparece en la fotografía, y que podría restar la sensación onírica.
Muchacha con abanico’. (Óleo sobre lienzo,
© Museum Folkwang, Essen).
    
     El espíritu de Gauguin
     La exposición se cierra con el filme ‘Tabú’ (1930), en el que F. W. Murnau plasmó las ensoñaciones de Matisse en la Polinesia francesa de 1930. Gauguin ya había fallecido, tras pasar periodos de escasez absoluta, de enfermedad, de abandono… pero siempre haciendo lo que deseó.
     Mario Vargas Llosa captó bastante bien la esencia del espíritu de Gauguin, de sus ansias de libertad, de sus empeños, de su descarnada forma de actuar, en ‘El paraíso en la otra esquina’, donde también refleja las luchas de su abuela, Flora Tristán, por la liberación de la mujer.
     La muestra de Gauguin coincide con una curiosa exhibición de joyas de Cartier, diseño en estado puro. Para más información, los interesados pueden acudir a la web www.museothyssen.org  Existe la posibilidades de entrada gratuita o con descuento en jubilados, menores de 12 años, parados, periodistas… Los interesados pueden consultarlo en el teléfono: 902 760 511.