La Bastilla se rinde a los turistas el 14 de julio

La plaza la toman ahora los turistas.
::: SOCIEDAD / TURISMO

::: Esteban Sánchez
Cada 14 de julio la famosa Bastilla –legendaria fortaleza medieval– es asediada y conquistada en la memoria de todos los galos, que celebran esta fecha como testimonio del inicio de la Revolución Francesa. Ahora, en el siglo XXI, son los turistas de todo el mundo quienes ocupan su ‘espacio-contorno’ marcado en el pavimento de su plaza parisina Fue el martes 14 de julio de 1789 cuando la prisión se rindió y la muchedumbre enfurecida iniciaba un cambio sin retorno, gesto que se convirtió en el Día Nacional de Francia que, por ejemplo, 228 años después, el cónsul en Bilbao, Sameh Safty, lo ha celebrado en 2017 ante medio millar de invitados.
     El acto, celebrado en el Hotel Carlton de Bilbao, comenzó con la intervención del cónsul francés, Sameh Safty, que tomó la palabra para explicar a los presentes, de manera apasionada, que el 14 de julio es un día en el que se celebran los valores de la República Francesa, que siguen siendo los de igualdad, libertad y fraternidad.
Sameh Sarty, cónsul de Francia, durante su saludo a los invitados.

     Tras su intervención sonó el himno nacional francés, ‘La Marsellesa’, como lo refleja el cronista de la Villa, Txema Soria.

      Un ejemplo perdurable
     En su discurso ante los numerosos invitados, entre los que estaban las principales autoridades locales y autonómicas, no sólo de Euskadi sino de la nona Norte de España, y representantes de la sociedad y medios de comunicación, el cónsul Safty se refirió al valor de la fecha y lo que representa para todos los franceses.
     “Son necesarios la decisión y esfuerzo para conseguir las cosas que realmente queremos. Ese afán por alcanzar las metas a veces une a las personas, y la gente unida mueve montañas o conquista la Bastilla, como lo hizo el pueblo de París en 1789 y hoy lo hacemos aquí, todos juntos, de manera simbólica”.
     Pero hubo matices y aclaraciones porque, a partir de 1880, el 14 de julio ha sido el Día Nacional de Francia, pero no para celebrar la toma de la Bastilla en sí, sino para recordar la Fiesta de la Federación de 1790, cuya fecha coincidía a propósito y que celebraba la reconciliación y la unidad de todos los franceses.
Más de cien muertos en menos de cuatro horas durante un asedio cruel.

     Algunos invitados del mundo de la Universidad comentaron en los salones del Carlton, entre otras cosas, que la importancia de la toma de la Bastilla “se debe a su valor simbólico representando el derrumbamiento del poder absolutista de la monarquía francesa, pero no fue un acto tan relevante política y estratégicamente como se suele presentar por la historiografía romántica”.

     Asedio turístico
     En nuestros días, aquel escenario polvoriento, con olor a sangre y pólvora, ha cambiado su sentido y función urbana. Ahora, 228 años después, sufre otro asedio de naturaleza más lúdica,  tranquila y rentable. El turismo procedente de todas partes del mundo quiere rendir ahora el tributo de la curiosidad a la hazaña de aquella muchedumbre desarrapada, que no le importó morir para terminar con el despotismo y el abuso de poder.
     Pocos años después de ser tomada, la fortaleza fue derruida y en su lugar –hoy marcado el contorno para el turismo–  se construyó una plaza con el nombre de Le Bastille (fortaleza-prisión) en honor a los que terminaron con ella y comenzaron la Revolución Francesa. En la actualidad es muy visitada y transitada por turistas internacionales.
La Bastilla era una fortaleza-prisión con un mantenimiento demasiado elevado.

     El foráneo que se aproxima al lugar, lo primero que ve es la Columna de Julio, que mide 46,3 metros de altura y se sitúa en el centro de la plaza de La Bastilla. Su base circular está hecha de mármol blanco. Por encima, un pedestal rectangular luce varios medallones en los que figuran: la Cruz de Juillet, la cabeza de una Medusa, la Constitución de 1830 y el símbolo de la justicia.
     El alto de la columna está coronado por una escultura de bronce dorado realizada por Auguste Dumont y llamada ‘El Genio de la Libertad’. En una placa situada al pie de la columna puede leerse: “A la gloria de los ciudadanos franceses que se armaron y combatieron por la defensa de las libertades públicas en las memorables jornadas del 27, 28 y 29 de julio de 1830”.
     En la zona destaca la obra maestra del ingenio tecnológico de la Ópera de la Bastilla, con sus cinco escenarios móviles, tras la que se sitúa el Hospital des Quinze-Vingts.
     El primero de los edificios es un teatro de ópera moderno, llamado también ‘La ópera del pueblo’. Se inauguró el 14 de julio de 1989, con las celebraciones del bicentenario de la caída de La Bastilla.

Centenares de invitados escucharon al cónsul en el Hotel Carlton de Bilbao.
    Ruptura arquitectónica
    El edificio, proyectado por el arquitecto uruguayo Carlos Ott, constituye una ruptura con el diseño de las óperas del siglo XIX. Es curvo y acristalado, y puede albergar a 2.700 personas. Su diseño es funcional y moderno. El turista se reconforta cuando asiste a una representación y se acomoda en sus asientos negros, entre sus muros de granito y bajo el techo de vidrio.
     En la actualidad, se pueden ver vestigios de los cimientos de la antigua prisión en la estación de ‘Metro Bastille’, que conecta las líneas 5,1, y 8. Por otro lado, en el pavimento de la plaza de la Bastilla, de cara a la ópera y respecto del canal Saint-Martin, se ve el perímetro de la fortaleza dibujado por una triple fila de adoquines.
     Aparte del turismo que atrae, la Plaza de la Bastilla de París es un punto de encuentro en determinados días de la semana, en los que se reúnen excursionistas, senderistas y patinadores como punto de partida de sus actividades. También se dan cita pequeñas orquestas y grupos musicales espontáneos que hacen las delicias de los transeúntes, sobre todo turistas.

La Columna de Julio,en una plaza cuyo suelo delimita el contorno de la Bastilla.
      Arbitrariedad
     monárquica
     Si miramos a la historia, la Bastille había sido durante años la cárcel de muchas víctimas de la arbitrariedad monárquica. Allí se encarcelaban sin juicio a los señalados por el Rey con una simple ‘lettre de cachet’.
     Era una fortaleza medieval en pleno París, cuyo uso militar ya no se justificaba. En los ‘Cuadernos de Quejas’ de la ciudad de París ya se pedía su destrucción, y el ministro Necker pensaba destruirla desde 1784 por su alto coste de mantenimiento. En 1788 se había decidido su cierre, lo que explica que tuviera pocos presos en 1789.
     En el momento de su caída, el 14 de julio de 1789, sólo acogía a cuatro falsificadores, a un enfermo mental (Auguste Tavernier), a un noble condenado por incesto y a un cómplice de Robert François Damiens, autor de una tentativa de asesinato sobre Luis XV.
     Según algunos autores, la importancia de la toma de la Bastilla ha sido exagerada por los historiadores románticos, como Jules Michelet, que quisieron hacerla un símbolo fundador de la República.

El cónsul galo flanqueado por políticos de Euskadi.
     Hazaña ‘poco’ heroica
     Otros autores afirman que el sitio y la capitulación de la prisión no debió ser un hecho muy heroico en vista de que sólo era defendido por un puñado de hombres, y que los únicos muertos habrían sido el alcaide Bernard de Launay y el político Jacques de Flesselles.
     Pero los documentos de la época dejan constancia de que el 14 de julio de 1789, la fortaleza estaba defendida por 32 soldados suizos y 82 ‘inválidos de guerra’, disponiendo de cañones y de municiones en abundancia. El asedio se saldó con 98 muertos, 60 heridos y 13 mutilados, entre los asaltantes.
     En los dos días anteriores a la toma de la Bastilla, una multitud creciente, blandiendo bustos de Necker y el duque de Orleans, cruzó las calles hacia la Plaza Vendôme, donde había un destacamento de Royal-Allemand Cavalerie (fuerte regimiento de caballería en la germanófona Alsacia), con el que lucharon con una lluvia de piedras. 


También estuvo presente la prensa vasca especializada en Turismo:
Juanjo Alonso, Elena Mediero, Esteban Sánchez y Pedro Mara Arteche.
     En la Plaza Luis XV, la caballería, comandada por el príncipe de Lambesc, disparó al portador de uno de los bustos y murió un soldado. Lambesc y sus tropas cargaron contra la muchedumbre y un civil, según los informes, fue la única baja de los manifestantes.
     A las 10 de la mañana del 14 de julio de 1789 y a pesar de la negativa del día anterior, unas 100 000 personas invadieron el Hôtel des Invalides para reunir armas (entre 29 000 y 32 000 mosquetes sin pólvora o munición, 12 cañones y un mortero).
    ​ Los Inválidos estaban protegidos por cañones pero la toma fue sencilla porque sus guardias parecían dispuestos a no abrir fuego sobre los parisinos. A sólo unos cientos de metros, varios regimientos de caballería, de infantería y de artillería acampaban sobre la explanada de Campo de Marte, bajo el mando del Barón de Besenval.
     Éste reunió a los jefes de los cuerpos para saber si sus soldados marcharían sobre los amotinados. Unánimemente, respondieron que no. Este acontecimiento capital pudo haber cambiado el curso del día. 

Invitados de varias nacionalidades se interesaron en Bilbao por el 14 de Julio.
    Asedio definitivo
   Los atacantes buscaban principalmente apoderarse de la gran cantidad de armas y munición almacenadas allí, ya que el día 14 había 13.600 kilogramos de pólvora. La guarnición regular consistía en 82 inválidos (soldados veteranos no apropiados para el servicio de combate).
     A pesar de ello, la Bastilla había sido reforzada el 7 de julio con 32 granaderos del regimiento suizo ‘Salis-Samade’ provenientes del campamento del Campo de Marte. Los muros estaban protegidos por 18 cañones medianos y 12 de menor tamaño. El alcaide era Bernard-René, marqués de Launay, hijo del anterior alcaide, que había nacido en la misma fortaleza.
     Alrededor de las 13:30, la muchedumbre entró en el patio externo y las cadenas sobre el puente levadizo al patio interior fueron cortadas, aplastando a un asaltante desafortunado.  René-Bernard Jordan de Launay ordenó entonces disparar sobre la muchedumbre, lo que provocó numerosas víctimas.



Sameh Safty resaltó la Fiesta Nacional de Francia.
     Tras el fracaso de las delegaciones que pedían el rendimiento de la plaza, el tiroteo cruzado comenzó sobre las 14.00 horas. A las 15:30, los atacantes se vieron reforzados por 61 "gardes françaises" (guardias franceses) amotinados y otros desertores de las tropas regulares, bajo el mando de Pierre-Augustin Hulin, antiguo sargento en la Guardia Suiza.
     ​Portaban las armas tomadas anteriormente en Los Inválidos y entre dos y cinco cañones. Estos fueron colocados en batería contra las puertas y el puente levadizo de la fortaleza. Ante la masacre –cerca de 100 víctimas entre los atacantes–, el alcaide de Launay ordenó cesar el fuego a las 17:00.
     Una carta con los términos de la rendición fue pegada por un hueco en las puertas interiores e inmediatamente rescatada por los asaltantes. La guarnición de la Bastilla rindió las armas, bajo promesa a los amotinados de que ninguna ejecución se efectuaría si se producía la capitulación.
     Las demandas exigidas fueron rechazadas, pero de Launay rindió la plaza porque comprendió que sus tropas no podían resistir mucho más tiempo en esa situación y abrieron las puertas del patio interior y los parisinos tomaron la fortaleza hacia las 17:30. Liberaron a los siete prisioneros encarcelados allí y se apoderaron de la pólvora y la munición. Misión cumplida.

El cónsul francés en Bilbao se vio en todo momento rodeado de personalidades de la política, economía, cultura y sociedad.